9 de mayo de 2010

Any Card at Any Number

El efecto “Any card at any number” me ha resultado siempre un interesante “problema” cartomágico (como los famosos problemas de Hofzinser). No voy a decir que se trata de mi efecto o “problema” preferido, porque no lo es. Sin embargo, sí diré que se trata de un efecto en el que pienso con frecuencia, sobre el que me gusta reflexionar y que, según lo entiendo, es un buen disparador para pensar la magia, el mentalismo, las técnicas y otras cuestiones (como por ejemplo si, para los espectadores, el efecto es de verdad tan potente como creemos que es). Supongo que esto se debe, entre otras cosas, al hecho de que la propuesta del efecto es nítida y concreta: una carta elegida se encuentra en una posición elegida de la baraja y a que, además, tiene la apariencia de poder resolverse fácilmente.

Con el “Any Card...” los magos podemos regocijarnos en encontrar un método adecuado y, por lo tanto, indagar en sutilezas, cartas trucadas, ordenamientos, manipulaciones, cambios, stooges, azar. Del mismo modo, la nitidez de la que hablaba, ayuda a que el efecto sea memorable para los espectadores. Es fácil de recordar y fácil de verbalizar: “dije una carta, dije un numero, conté y la carta estaba allí”.

Pero lo que más me interesa de todo esto, aquello que quizás más me atrae del problema del “Any Card at Any Number” es que se trata de un claro ejemplo de cómo una pequeña decisión puede cambiar por completo la forma en la que es percibido el truco. Enfatizar un aspecto más que otro, no sólo modificará el método, sino que, y esto es muy importante, cambiará la percepción que el público tenga de él. En función de lo que decidamos resaltar, los espectadores verán suceder un fenómeno u otro.

En este sentido, el efecto podría presentarse como “magia”: el mago con sus poderes hace que la carta se ubique en la posición pedida: “ahora se encuentra en el lugar 15…un movimiento de mi mano y pasa a la 19… uno más y listo: en la 25”.

Por otra parte, el efecto podría ser producto del azar y entonces diríamos que no tenemos idea del lugar donde se encuentra la carta elegida y que sería una coincidencia extraordinaria que el naipe estuviera en la posición mencionada. Por último, podríamos hacer que el espectador se transforme en mago y para ello pedirle que se concentre bien fuerte y trate de decirnos en qué posición se encuentra el naipe elegido.

En cada caso tendremos que enfatizar más las mezclas, o las condiciones de elección libres, o los pases mágicos que se emplearán, o la charla, o lo que fuera. Pensaremos, por ejemplo, si conviene que la carta sea pensada, elegida, escrita en un papel, tomada de otra baraja, pedida a otra persona por teléfono, etc, etc, etc.

En definitiva, pensando en este problema cartomágico podemos entender que de esto se trata el trabajo del artista: decidir qué quiere decir y, entonces, buscar la mejor forma de hacerlo.

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