Era 24 de diciembre. Era 1914. Era la Primer Guerra Mundial.
Los británicos se enfrentaban contra los alemanes: tiros, granadas, gritos. De pronto silencio. Más silencio. Un silencio que dejaba oír el murmullo de la trinchera enemiga. Más silencio. Alguien, tímidamente, comienza a tararear un villancico. Del otro lado una voz responde con el mismo villancico cantado en otra lengua.
Y se produce el milagro.
Cesan los tiros, cesan las granadas y todos cantan "Noche de Paz". Se dan la mano, se conocen, entierran los muertos amigos y efectivamente están en Paz.
Entonces, cambian las armas por una pelota y no se enfrentan, si no que comparten un partido de fútbol.
Y son felices.
Ayer, Juan Gelman escribió sobre esta célebre tregua en la contratapa de Página/12. Los invito a leerla aquí.
Los británicos se enfrentaban contra los alemanes: tiros, granadas, gritos. De pronto silencio. Más silencio. Un silencio que dejaba oír el murmullo de la trinchera enemiga. Más silencio. Alguien, tímidamente, comienza a tararear un villancico. Del otro lado una voz responde con el mismo villancico cantado en otra lengua.
Y se produce el milagro.
Cesan los tiros, cesan las granadas y todos cantan "Noche de Paz". Se dan la mano, se conocen, entierran los muertos amigos y efectivamente están en Paz.
Entonces, cambian las armas por una pelota y no se enfrentan, si no que comparten un partido de fútbol.
Y son felices.
Ayer, Juan Gelman escribió sobre esta célebre tregua en la contratapa de Página/12. Los invito a leerla aquí.
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