3 de febrero de 2011

Magia de Verdad

(I)

-¿No era tu carta?
-No Juan, era el Tres de Tréboles.
-Hagamos distinto. Por favor, ten mi mano derecha y tú, mi muñeca izquierda.

Estábamos de sobremesa, luego de que un grupo fuéramos a cenar acompañando a Tamariz que unas horas atrás había realizado su homenaje a Daniel Celma.

Eramos muchos, pero por suerte yo estaba sentado frente a él, así que pude hablar con él. Siempre, siempre, siempre es enriquecedor escucharlo. No importa si hace magia. Pero si hace, mucho mejor.

Esa noche hizo.

Tomó la baraja, corrió los platos, las copas, las botellas, apoyó el tapete y se encendió la luz. Empezó 'suavecito', empezó haciendo su Agua y Aceite. Decir "su" da la sensación que es uno solo y en realidad es infinito, así que mejor digamos que hizo "Agua y Aceite" y quedamos fascinados, frente a lo imposible. Contó algunas ideas, mostró borradores de pases y en algún momento hizo "la gran Juan". Pidió una baraja prestada, la mezcó y "piensa una carta", dijo. Alguien la pensó y Juan mezcló el mazo, cortó en tres paquetes, dio a elegir uno y lentamente, con dramatismo, tomó la carta del lomo del paquete elegido y la mostró. Gesto.

-¿No era tu carta?
-No Juan, era el Tres de Tréboles.

Cuando estaba de pie, con la baraja entre sus manos, y los espectadores lo tomaban de sus muñecas propuso hacer que se fueran las cartas.

-Dí una carta.
-Siete de corazones.
-Ahora, todos digamos: "Siete de Corazones, vete!".

Todos dijimos "siete de corazones, vete!". Luego, otro dijo otra carta y también le dijimos: "Vete!"...otro más, y otro, y otro más y "vete", "vete!", "vete!". Juan cada tanto iba mirando la baraja en sus manos corroborando si viajaba una... corroboraba con dificultad porque las personas a su lado seguían sosteniéndole las manos, impidiendo cualquier movimiento sospechoso. Sus manos siempre a la vista, la baraja siempre en las manos.

Ahora todos juntos digamos "vete, vete, vete, vete, vete".... Y todos en comunión, con esa energía que propicia Juan, gritamos el "vete, vete....". De pronto, Juan miró sus manos, las abrió lentamente y no había más baraja, sólo una carta. La elegida.


Juan Tamariz había hecho desaparecer una baraja.
(continúa)

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