En su blog, ese sensible e inteligente (que maravillosa combinación) amigo, Juan Esteban Varela, escribió un recuerdo del que fue decano de la magia en Chile, Don Fernando Larraín.
Casi una paradoja, un último misterio, una contradicción de términos. El mago, incluso en el Tarot, es símbolo de creación y de vida. La muerte, en teoría, tendría que alejarse cabizbaja ante unas palabras o unos rituales capaces de atraer y condensar las fuerzas que rigen la naturaleza y todo lo que existe. En teoría. Pero claro, lo cierto e irrefutable es que solamente creamos ilusiones. ¿Solamente? ¿Acaso no es igualmente verdad que esos espejismos están allí y llenan de esperanza al viajero en medio del desierto? ¡Cuántas veces el imposible es la promesa de cosas posibles! Y así el hilo roto una y mil veces vuelve, con un soplido, a extenderse intacto ante las miradas vigilantes y asombradas. Así la paloma nace de la seda en medio del aire con sólo hacer un nudo. Sin embargo ayer, a pesar de todo esto, un mago ha muerto y con gran tristeza hacemos conciencia de que su humor y su talento ya no están para acompañarnos. Fernando Larraín era (que dura palabra), lisa y llanamente el mago de Chile. La memoria rápidamente trae una a una las pruebas de su capacidad abismante de generar encantamientos. Una sandía que adentro tiene un melón que adentro tiene una naranja que adentro tiene un huevo que adentro tiene el billete (con el mismo número de serie) de un espectador que no puede creer lo que sucede ante sus ojos. Y mis propios ojos de 8 años se quedan inmóviles y maravillados porque la magia ha sido capaz de vencer incluso la fría barrera de una pantalla de televisión. La desconcertante belleza de los aros chinos, el poder avasallador de la baraja imaginaria, los grandes milagros iban siendo presentados semana a semana y un país entero empezaba a entender que la magia era mucho más que un juego. El camino para todos los magos, en una sociedad que siempre ha desconfiado de la diferencia, finalmente había sido abierto. Permítanme hacer con dolor un mea culpa ¿por qué no hablé a tiempo con mis amigos y colegas para irnos con una cámara de video a conversar largamente con Don Fernando y preservar así para la memoria mágica de Chile sus anécdotas, su creatividad y sus experiencias? Perdón maestro por no cuidar en su presencia la riqueza de nuestra propia historia. Un último recuerdo: El evento está por comenzar. Sé que esta es una de las pocas y privilegiadas ocasiones en que vamos a compartir tablas. Estoy nervioso, claro, pero el incomparable Mago Larraín decide hablarme un poco de las cosas que hay un circo. Y sin saber cómo ese camarín se llenó de trapecistas, monos acróbatas, equilibristas, payasos, animador, orquesta, incluso público. La realidad huyó despavorida y una ilusión creada de la nada se adueñó de todo. Sólo un mago puede hacer eso. ¿Puede morir un mago? Un mago de verdad (como Vernon, Houdini o el mismo don Fernando) es capaz de seguir creando ilusiones, a veces más sorprendentes, en el escenario invisible del recuerdo. Un mago no muere: se transforma. Él y su obra se transforman en inspiración y leyenda
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