24 de enero de 2012

El cine y sus perturbaciones

Cada tanto me gusta preguntarles a mis amigos, de esos que respeto. quiero y profesan un amor por otra rama del arte, que opinen sobre lo que les gusta, que me cuenten algo, que se escriban algo. Siempre me pareció, ademàs, muy interesante para publicarlo en el blog o en la ediciòn impresa de Profonde. El artículo que ahora  les presento fue escrito a pedido mío, hace tres o cuatro años (a veces me demoro un poco...ups!). Hace unos días, le pedí al Leo (mi querido y querible amigo cinéfilo y profesor de guión) que lo revisara y me diera su ok para publicarlo. Por fortuna, aceptó a que lohiciera a pesar del tiempo transcurrido y sin un ápice de resentimiento. Apenas si le hizo algunos retoques. 

Lo leí e inmediatamente me hizo pensar, problematizar el tema y, obviamente, traspasarlo a la Magia. Me hizo, además, anotar un montón de películas, desear conocer más, abrirme más. Ojalá a ustedes también les pase. Estoy seguro que sí y que muchos recordarán (por una razón u otra) esa exquisita idea borgeana según la cual: 'la música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el  hecho estético." 



***
Perturbaciones
Por Leopoldo Dameno (2008)

"La Niña Santa" - Lucrecia Martel

Si pienso en el cine, si analizo qué me sucede y qué me atrae de este arte moderno, lo primero que surge es mi imagen como espectador modificado, estimulado a partir de una película. 

Terminar de ver una película y sentirme perturbado es mi mejor estado. Entiendo esa alteración como la modificación de un estado inicial, obteniendo otro al final. Pero antes de continuar voy a sacarme de encima la posible inclusión, dentro de esta mirada arbitraria, de las malas películas. Pues podría decirse que con este enunciado muchos films olvidables producen también una alteración: enojo, furia, asco. Pero no me refiero a ese tipo de alteraciones. 

Consultando en diccionarios el verbo “perturbar” me encontré con definiciones tales como trastornar el orden y el estado de las cosas o Inmutar, trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de algo o de alguien. Exploro en estas concepciones y, en un plano totalmente subjetivo, intento conformar mi definición de lo que me produce el cine.

"Luces al Atardecer" - Kaurismaki
La posibilidad de que el espectador sea interpelado, como persona, tanto consigo mismo, o en sus relaciones (con otros, con el mundo), es lo que me atrae. La modificación de este estado inicial que mencioné no implica un juego de antípodas en donde se enfrentan mi tranquilidad frente a la bronca que me produjo tal obra. Es la imagen que persiste (jugando con la teoría de persistencia retiniana, base de la ilusión del movimiento) en la psiquis, en el cuerpo, en el alma. Esa interpelación no sólo conciente, racional, sino también la posibilidad de sentir la provocación de incomodidad, desconcierto, euforia.

Muchos podrían suponer que esto se logra con una buena historia, definida, expuesta claramente a nuestros ojos, contada con eficacia y astucia. Puede ser, hay muchos y loables ejemplos. Pero no sólo la narración audiovisual de historias es el camino, sino que existe la posibilidad de explorar otro tipo de films donde lo que está en un primer nivel, en la capa más visible, es el campo de las sensaciones, la sensibilidad no dicha (en palabras), la pasión provocada por la incertidumbre, ese estado de agonía en que nos situamos como espectadores ante una obra –aparentemente- indescifrable, compleja.

Aclaro que aquí no admito cualquier film entreverado y confuso donde lo que me provoque sea un sinfín de alternativas para lograr encauzar todo eso que me están contando para finalmente llegar a sentir esa sensación de descubrimiento, revelación (en el sentido más banal de ambas palabras). No, acertijos no. Detesto cuando una película intenta sumergirme en ese juego detectivesco. Huyo. Y me vuelvo a castigar por intentar nuevamente darme una oportunidad con ese cine (con el sello de la factoría hollywoodense). 

La confusión entraría también como uno de los estados que me perturban. Cuando esa conjunción de elementos confunde, quiere decir que se alteró algo que en mí que estaba fijo, o supuestamente validado. Esa complejidad en el cine merece mi admiración. 

"Las amargas lágrimas de Petra Von Kant"- Fassbinder
Y aquí los ejemplos vienen a remontar este análisis. Fassbinder (Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, La ansiedad de Verónica Voss, Querelle, El matrimonio de Maria Braun, Lili Marleen, Angustia corroe alma, y 30 y tantos títulos más) es un director que me asombra constantemente. (Siempre hablaré en presente aunque estos grandes no estén). Quizá tenga películas menos parejas que otras (¡quién no!), pero me supo conmover evitando el camino más directo y menos obstaculizado. Su manera de ver a través de la cámara, como la de tantos otros directores y directoras, me cautiva. Bresson me impresionó con Pickpocket. El hombre sin pasado fue lo primero que vi de Aki Kaurismaki y me perturbó, ansiando ver más de su filmografía. Luces al atardecer, también suya, crea climas y situaciones únicas, tanto que en otro film no serían verosímiles. En su discurso, con su entorno estético-narrativo, se vuelven válidas y maravillosas. Por estos lares, Lucrecia Martel (La ciénaga, La niña santa y La mujer sin cabeza) es la representante local que me nutrió de imágenes inolvidables. En sus películas me sentí conducido sutilmente por espacios, voces y personas misteriosas.

El húngaro Bela Tarr y su impactante Las Armonías Werckmeister superaron mi capacidad de asombro. El regreso, de Andrey Zvyangintsev, es otra gran película con profundos climas. Shara de Naomi Kawase. Con ánimo de amar de Wong Kar Wai. La última obra de Tsai Ming Liang, La nube errante. Hay muchas películas que podría citar, pero éstas me vienen a la cabeza y seré justo con este ejercicio de instantaneidad.

Es justamente Tsai Ming Liang quien, recientemente, afirmó que “para mí, el cine es un arte de la mirada. Lo importante es lo que se quiere mostrar, y no lo que queremos hacer saber al espectador. En general, el público prefiere relacionarse con las historias, suponiendo que a través de ellas podría tenerse una cierta aprehensión de la vida. Yo pienso, sin embargo, que es a través del objeto de la mirada que se siente una emoción, y la historia que cuenta una película no tiene nada que ver con esto. Nunca tuve deseos de convertirme en un narrador de historias. Mis intereses están puestos en lo que veo y cómo lo veo. Para ver hace falta darse tiempo. A menudo, en la vida cotidiana, aquello con lo que se topa nuestra mirada son banalidades que nos importan poco.” De todos modos, no pretendo que este escrito se convierta en una diatriba contra las historias. Existe y seguirá existiendo un gran cine “contador de historias”, del cual también podría destacar innumerables ejemplos. Pero tal vez hoy sólo quiero expresar lo que me provoque este otro cine, donde no siempre hay ausencia de historias, sino que frecuentemente éstas no conducen el relato.

"La Nube Errante" Tsai Ming Liang
La perturbación, concluyo, viene emparentada de la persistencia. Me perturba lo que persiste, sin que yo pueda hacer algo al respecto, sin capacidad de dominarlo. Este cine involucra de mí lo que yo no estoy dispuesto a dar, o quizá no imaginé que podría ser alterado. No se trata superficialmente de correr riesgos, sino de asumir la posibilidad de enfrentarse a algo renovador e intrigante desde lo sensible.





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