“En fin, uno se pregunta cómo he durado tanto en un negocio tan corrupto y feroz como el cine, en especial dados todos mis defectos, mis limitaciones tanto en el plano profesional como en el personal, mis fobias,mis manías, mis pretensiones artísticas, mis exigencias creativas sin condiciones y con un talento menor como única arma. La respuesta es la siguiente: de niño me encantaba la magia y podría haber acabado dedicándome a ello si no me hubiera ido por otros derroteros. Y así, echando mano de todas mis aptitudes para la prestidigitación, de mis malas artes, de mis sutiles subterfugios y de mi sentido de la teatralidad, es decir, de todo lo que aprendí estudiando mis libros de magia cuando era crío, he sido capaz de crear una fantástica ilusión que lleva durando más de cincuenta años y que incluye un montón de películas. Houdini, Blackstone, Thurston, todos los prestidigitadores de mi juventud habrían estado orgullosos de mi. (Se encoge de hombros). Ojalá estuviera bromeando”.
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