No recuerdo si fue antes o después de un show. Recuerdo, sí, que estaba en ese rincón invisible donde me gusta mantenerme en la víspera de la actuación o luego de ella para que no se vaya el encanto o la magia o lo que sea que tiene, o debe tener, el Mago.
Como en muchas de esas fiestas, había algunos chicos cerca, jugando con esa sensación de aventura que les da estar despierto después de la medianoche en una fiesta de grandes. Sabían que yo era el mago y, por eso, cuando me vieron, dejaron de jugar y se acercaron con esa sonrisa y timidez que los llena de ternura.
Con la mirada me estaban pidiendo que les hiciera un efecto.
-¿Les puedo hacer un truco?, me adelanté con entusiasmo.
Me dijeron que sí y enseguida le pregunté el nombre a uno de ellos.
-Jeremías, sacá una carta por favor. ¿Vas a poder acordártela?. Buenísimo. Ahora vamos a mezclarla con las otras.
Perdí la carta en la baraja y dejé todo listo para hacerla aparecer en el bolsillo o en algún otro lugar.
-¿Qué carta era?.
Jeremías me respondió sin saber lo tierno, lo dulce, lo poético y lo exacto que iba a ser su respuesta.
-El As de barrilete.
Chapo
ResponderEliminarEsos son momentos donde se te cae la estantería, esas sensaciones únicas que la magia te permite vivir.
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