28 de diciembre de 2011

Una crónica sobre René Lavand


Hace un tiempo, René Lavand estuvo en La Plata convocado por los chicos de "La Galera Mágica". Al tiempo, me pidieron que escribiera una crónica, que pasara en limpio la entrevista pública para un interesantísimo proyecto que tienen entre manos.

Con el permiso de ellos, transcribo la introducción y (en otro post) un fragmento del artículo. El título es un textual: "Se es mago o se es artista".

***
"Tiene 83 años y está lúcido, entero. Su orgullo, su inquebrantable amor propio lo mantiene -y lo ha mantenido siempre - íntegro, firme, sólido. Como un compadrito, como un caudillo de las Pampas, incluso, no teme excederse en ese amor propio y ser pedante. Al contrario, juguetea con eso: “mientras yo viva, siempre habrá alguien que hable bien de mi”. Dice y lo reafirma en todos sus espectáculos y en este encuentro en particular, frente a las veinte o treinta personas que lo vieron actuar y ahora, en completo silencio, escuchan la anécdota de Picasso, la servilleta y el restaurant. Parece que el pintor español fue a comer a un restaurant muy fino, elegante y caro. Al terminar la cena el gerente del lugar se acerca y le dice que es invitación de la casa, que es un honor, un privilegio. Picasso insiste en pagar, pero el gerente insiste en que no, el artista que sí, el gerente que no, que sí, que no, que sí. No. Picasso agradece el gesto y el gerente se anima a pedirle un autógrafo en una servilleta. Picasso lo mira con desdén y le dice: “ofrecí pagarle la comida, no comprarle el restaurant”.

Sólo unos pocos resisten una anécdota así, soportan gestos tan ampulosos, actitudes tan soberbias. Sólo unos pocos tienen con qué. René Lavand, es uno de ellos. Se trata de uno de los artistas más importantes que ha dado la Argentina (junto a Borges, junto a Piazzola) y antes que eso, uno de los artistas más importantes de la Historia del Ilusionismo.

Artista, no mago. A lo largo de su carrera René se ha encargado de establecer claramente la diferencia y de ubicarse en ese lugar. Llama “composiciones” a los efectos, “laboratorio” a su lugar de trabajo, se vincula en el imaginario con los grandes artistas legitimados (“Si Johann Sebastián Bach con tan solo siete notas pudo crear esta maravillosa melodía, quizás yo, con sólo cuatro cartas, pueda crear una ilusión” o: “yo no sé como el loco Van Gogh le cambiaba los colores a la naturaleza...ustedes no sabrán jamás como cambio de color a mis navajas”).

Pero no son meras estrategias discursivas para parecer, son cuestiones que provienen de un convencimiento personal de que eso que él hace, es Arte; de que él, antes que nada, es un artista. El no hace trucos.

“Truco es una palabra muy bastarda, truco es el que te hace el gitano cuando te vende el buzón de la esquina. Digan un “juego” por lo menos. Si no pueden hacer una composición, si no pueden lograr una composición, digan un juego, pero “truco” no. Porque después es cuando viene el público, mal acostumbrado, desubicado con respecto al arte que yo quiero tanto - y ustedes también, y que debemos respetar al máximo- y nos dicen: ’daaale, hacete un truquito, dale’. ¡Tener que tolerar esas cosas! Yo no hago truquitos. Si te gusta lo que hago bien y si no te gusta, mala suerte. A mucha gente le gusta, por suerte. Pero truquitos no hago”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario