24 de junio de 2012

"La tiene mi amigo"


Ahora no está en el mismo sitio, pero el sillón es el mismo que estaba bajo el letrero que dice: "Este sillón está reservado para Dai Vernon cuando se encuentre en el Castillo". El sillón -los sillones en realidad- ahora están bajo un cuadro con la imagen, la mítica imagen, de Vernon mayor, con el puro encendido y la baraja en la mano. Están uno frente al otro, con una pequeña mesa en el medio y Vernon allí, vigilándolo todo.

Había terminado el segundo show del Parlor y bajé -Coca Cola en mano (habría sido mejor decir Whisky, pero no hay caso, no me gusta)- a ver y saludar al entrañable Howard Hamburg. Apenas habíamos hablado un poquito, cuando una señora que estuvo en mi show, se sentó a mi lado y con amabilidad y dulzura le pidió a Howard que le mostrará un truco. 

-Cómo no, será un placer. Por favor, piense en un número entre uno y cincuenta y dos.
-Diecisiete, dijo la señora.
Howard contó una a una diecisiete cartas sobre la mesa y le mostró la última, el As de tréboles. No la olvide, le dijo y volvió a perderla.
-Tenga, mezcle por favor. 
La señora mezcló y Howard extendió las cartas sobre la mesa diciendo que no lo iba a poder creer.
-Su carta no está más, desapareció.
La señora miró en la extensión, buscó entre todas y el As de Tréboles no estaba. Se hizo un silencio y más confundida que sorprendida dijo "¿y dónde está?". 
Howard sin mirar, apuntó al cuadro y dijo:
-La tiene mi amigo.

Los dos, ella y yo, volteamos la cabeza y vimos a Vernon mirando el As de Tréboles sobre la baraja.  Hacía tiempo que no veía una cara de asombro como la que tenía la señora. No. Asombro no, espanto. No lo podía creer. No había tiempo ni espacio para reflexionar que ese cuadro evidentemente tenía pintado desde siempre esa baraja y esa carta encima. Solo había lugar para el pasmo, para la emoción.

Cuando se compuso un poco, le agradeció a Howard la experiencia y se retiró todavía con la boca abierta. Yo desconocía el desenlace y les juró que cuando vi el As en las manos de Vernon, por más tonto que les parezca, entendí (sentí) lo que sintió esa señora.

Lo felicité a Howard, le agradecí de corazón el momento y subí las escaleras sabiendo que en cualquier momento volvía a bajarlas con la misma emoción infantil con la que lo hice durante los siete días que estuve en el mítico Magic Castle.

Este es el lugar donde Howard Hamburg le mostró a la señora que Vernon tenía su carta.
La foto es mala porque la saqué con el teléfono a escondidas, sabiendo que tenía que contarles esta experiencia.


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