28 de noviembre de 2012

Gustos laterales

Cuanto tiempo sin escribir. Cómo lo extrañaba.

Fue un período de viajes, de trabajo (de diversos tipos) pero sobretodo de jugar al Tetris con los horarios y actividades en donde no aparecía nunca el espacio o mejor, esa sensación de "tengo que escribir esto y ponerlo en el blog" que da la cabeza fresca. Y al mismo tiempo, paradójicamente, estaban pasando muchas cosas que merecían ser contadas. Recuerdos de esos viajes, vivencias y sobre todo lecturas. Mucha lectura. Y mucha contemplación. Mucho redescubrimiento también (acompañado y estimulado por alguien). Una gratísima sensación de estar viendo por primera vez cosas que antes había visto. Una sensación de estar conmoviéndome por primera vez con cosas que ya había visto antes. Es posible que eso sea, entre otras cuestiones, producto de cierto entendimiento, me refiero a esa dosis de información que necesitan algunas cosas (o necesito yo, en realidad) para que la percepción sea global y acabada. Contextualización, datos claves, visión de otras obras. Eso y, estoy seguro, una liberación de ciertos hábitos mentales que ocasionalmente limitan el goce. No estoy hablando particularmente de prejuicios o negaciones totalitarias hablo, por ejemplo, de cumplir a rajatabla cierta priorización de gustos que uno establece por cuestiones de organización, de finitud, en fin, de lo que sea, pero que llevan por ejemplo a hablar de "Gustos Laterales".

-¿Cómo gustos laterales?, me dijo. Son tus gustos y listo. 

Claro, lo que yo quería decir (y ella entendía con ternura) son todos esos gustos que no tienen que ver directa o, mejor, pragmáticamente que ver con la Magia. La historia del arte, determinados artistas plásticos, grabadores, escritores, diseñadores gráficos, comunicadores en general. Es que hasta tal punto estaba (está) priorizado el gusto y la dedicación, que me 'sorprendía' verme interesado por determinados temas; me sorprendía (otra vez entre comillas) que al ir a una librería, por ejemplo, quisiera traerme algo relacionado a la comunicación. A pesar que debía ser obvio. La razón por la que vine a La Plata hace quince años fue para estudiar Comunicación Social. Mi título académico es, de hecho, "Licenciado en Comunicación Social" (iba a usar la remanida frase 'mi título colgado en la pared' pero es mentira, porque el título sigue enrollado en ese tubo tan 'monono' -la palabra es de ella- que usamos los magos para guardar los tapetes; vaya metáfora e ironía). Quiero decir, estudié la carrera con inmenso placer, con convencimiento inequívoco (siempre supe que quería estudiar eso aunque no me dedicase) y sin embargo no me defino como comunicador o no digo "soy Comunicador Social" o "soy periodista" (salvo en los papeles de migración). Sí digo, en cambio, "soy Mago". Desde ese lugar es que todo lo demás son  gustos laterales.


"Impresión.Sol Naciente" -  Monet 1876.
Tampoco es tan ilógico, pienso. Uno se dedica más a una cosa que a otra, responde a un llamado con más atención que a otro pero claro, hay veces que ese hábito mental deja muy en segundo lugar otras cuestiones iguales de importantes. Iguales de enriquecedoras y placenteras. A ver. Amo la Magia, pero también la Comunicación y el Arte en general (y lo digo sin pretensión, sin dedo meñique extendido mientras se toma el café y se habla de las novelas de Borges con la mirada perdida en el horizonte: hablo de amor al arte como quien ama ver un partido de fútbol o sueña con ver a Batman). Así que durante todo este tiempo, lo que hice fue prestarle más atención a esos dichosos gustos laterales. 

Y así fue que la perspectiva se abrió y profundizó y la felicidad llega ahora desde más lugares, los estímulos resultan  embriagadores. Así fue que advertí que, quizás, uno está más allí, en esas cosas secundarias que en lo principal. Así es que advertí que esas cosas secundarias son, en definitiva, las que nos hacen mejores magos. Las que nos definen, como personas y como artistas. Así es que fui todavía más feliz. 

Las curvas de Matisse; los bocetos sobre cartón de Toulouse Lautrec; los cuadros hipnóticos, absorbentes de Rothko ("¿Cómo era capaz de activar la relación entre cuadro y espectador con una cantidad tan pequeña de variaciones, unas conversaciones tan personales, directas e íntimas como la música de cámara?" dijo alguien); Junishiro Tanizaki y su elogio a la sombra ("latidos de la noche" llama al devenir de las sombras proyectadas por las velas en la oscuridad de una habitación);  los gouaches recortados de Matisse y su Jazz y por supuesto ese azul tan, tan suyo; el ukiyo-e, el arte necesariamente está ligado a la artesanía, y entonces Hiroshige, Utamaro y sobretodo Hokusai (que suponía, luego de toda una vida, que recién a los 100 años habría hecho obras maravillosas y a los 110 lograría que "cada punto, cada línea, posea vida propia") las Catedrales de Monet y su "Impresión. Sol Naciente" (que sirve para ilustrar estas impresiones y estos nacimientos); Caillebote y sus osados lustradores de piso; Berthe Morisot; la bailarina esculpida de Degasla euforia de Rauschenberg; las fotos de Doisneau; el diseño y el concepto del diseño de Shakespear; la Bauhaus; incluso la decoración bien entendida (forma y función inseparables). Y más.

Devoción y embriaguez.

Puntos que se conectan. 

Tanto que necesitaba escribirlo, enumerarlo. Como una especie de exorcismo.
Eso hice y eso haré. 

Todo esto, de hecho, espera funcionar como la Introducción de un relato que recorrerá esta aventura breve y unirá algunos puntos transformándolo en algo parecido a un ensayo sobre el Arte y el Artificio y, claro, la Magia. Un ensayo pequeño, algo como para despuntar un gusto  lateral. Nada más. Y nada menos.

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