2 de febrero de 2010

"La Carta al Sobre"

Uno de los efectos que más disfruto hacer en mi repertorio es mi versión del clásico "La Carta al Sobre". Es uno de esos efectos que decidí hacer por el goce estético que me producía una imagen, en este caso, la de los sobres atados por una cinta, de cuyo interior sale luego una carta firmada.

Un amigo -en el tiempo que tenía las ganas de hacer el truco- me contó que en la versión fílmica o en el libro "Una Sombra ya pronto serás" de Osvaldo Soriano, hay una escena donde dos amigos apuestan sus recuerdos y uno de ellos "se va al mazo" al reconocer que al otro le quedaba su recuerdo más preciado por jugarse. La idea me pareció estupenda y ahi se unieron los puntos para que presentase el efecto.

Al presentarlo, cuento ese relato de Soriano, digo que para quienes trabajamos con la baraja, los naipes suelen ser como fotografías que nos permiten recordar un momento particular de nuestra vida profesional. Y que me gustaría que alguien del público eligiera una carta y la firme para que, de esa manera, el naipe retrate luego el momento en particular que estamos viviendo.

Lo cierto es que al ver la firma, tengo la sensación de haber vivido ese momento antes. "Un 'dejà vu'". El desarrollo continúa, retiro recuerdos de mi infancia (un dibujo, una medalla, un manojo de sobres) y los dejo a la vista porque quiero hacer como Soriano: plantear un desafío y jugarme los recuerdos.

El desafío lo pierdo y debo dar el recuerdo. Un sobre que guarda algo. Un sobre lacrado que entrego al espectador. El espectador lo abre y al hacerlo "estoy seguro que sabrán "por qué tuve la sensación de haber vivido este momento antes". La espectadora rompe el sobre y, dentro, aparece el naipe firmado.

"Donde Genevieve y el Flaco Martinez perdieron las ilusiones".

En un viaje, leyendo "Rebeldes, soñadores y fugitivos" de Soriano encontré otra cosa maravillosa referida a los recuerdos y a un puñado de sobres resguardado por una cinta. Algo que está allí, latente y que por ahí le dé forma a algo, a algún efecto. Por lo pronto lo paladeo. Tiene ese sabor a polvo, barrio y soledad de los relatos de ese libro. Ese sabor a ilusiones de Soriano. El fragmento es, justamente, del relato "Donde Genevieve y el Flaco Martinez perdieron las ilusiones".

"Juntábamos el primer viernes de cada mes lo que ganábamos al truco, o en trabajos de ocasión. El Flaco Martinez reunía los billetes y hasta alguna moneda, agregaba lo suyo, que no era mucho, y se iba a parlamentar con la Gorda Zulema que era nuestra virgen protectora. La Zulema era dulce y sabia, paciente y comprensiva, y amaba su profesión como jamás he visto que otra mujer la amara. No conocía el egoísmo ni las pequeñas miserias que otros toman por virtudes. Su sólo orgullo era la heladera eléctrica, la única de ese costado maldecido de la ribera, que había hecho traer en un vagón de encomiendas desde Buenos Aires. No es que alardeara de ella, ni que la mezquinara, pero nadie tenía derecho a abrirla sin su presencia y consentimiento.

Una noche de sopor en la que todos estuvimos de acuerdo en que llovería, la abrió delante de mí y del Negro Orellana. Aparte de una botella de refresco y una pechuga de pollo, había un largo collar de perlas de imitación y un paquete de cartas envueltas en una cinta rosa. Eran fantasmas del pasado y la Gorda Zulema quería que se conservaran frescos e intactos como un postre de chocolate"
.




No hay comentarios:

Publicar un comentario