Muchos autores aseguran que una de las principales características de la magia moderna (y fundamentalmente de la cartomagia moderna) es el desarrollo de nuevas y numerosas técnicas nuevas. Pensemos si no, en la gran cantidad de pases y manipulaciones que se han elaborado para la magia con cartas desde Erdnase para acá. Atrás quedó, como dice Juan Tamariz, esa cartomagia basada en técnicas reducidas (empalme, salto, enfile, forzaje) y en cartas trucadas, aunque caracterizada por “la brillantez y fuerza de los efectos, y la creatividad y poder de fascinación de la charla” .
Sin ninguna duda, muchísimas de las técnicas modernas han favorecido al ilusionismo posibilitando mayores efectos y mayor limpieza en los ya establecidos. No obstante, este desarrollo ha traído también una sobrevalorización y ‘apología barroca’ de la técnica que, en ocasiones, desvía la atención de lo más importante: el efecto.
Para percibir esta tendencia, basta dar un recorrido por cualquier pasillo de un congreso de magia y observar los infinitos movimientos con cartas que se presentan con suma satisfacción personal pero que, puestos en un efecto concreto, sólo logran confusión o, cuanto mucho, una revelación floriturezca de un naipe. Sobre el primer resultado cito a Dai Vernon cuando decía “confusion is not magic” y sobre el segundo, recuerdo a Derren Brown, el famoso y extraordinario mago contemporáneo, cuando dice que la floritura es al efecto lo que un sólo de violín a una sinfónica: un sutil adorno que cobra importancia en el conjunto pero que en sí mismo no es más que una ‘habilidad'.
En el prólogo al excelente libro "Carneycopia" de John Carney, Mike Caveney dice al respecto del autor: “los efectos son fuertes y fácil de seguir. Los métodos empleados constituyen la forma más directa de ir del punto A al B”. A mi entender este es uno de los más valiosos elogios que puede recibir un mago creador.
Pero veamos, finalmente, lo que dice el propio John Carney (en una antigua revista Genii) sobre la técnica:
"El criterio no debiera ser cuál es el método más fácil o el más inteligente o el más difícil. El modo de evaluar un método debiera ser preguntarse cual es el método más eficiente. Por ejemplo, para controlar una carta, el ‘side steal’ es más eficiente que el salto. Solamente la carta esencial es manipulada en lugar de las 52 cartas. Claro que hay rutinas en las que el salto es irremplazable.
Una vez que se descompuso mi auto, tomé las herramientas que tenía y comencé a quitar todas las piezas. Cuando llegué a la pieza dañada no pude removerla para repararla y tuve que rearmar el auto y llevarlo a un mecánico profesional. Éste, luego de revisarlo un poco, tomó la herramienta más vieja y sencilla que tenía y quitó la pieza sin dificultad. Su función particular era remover esa pieza. Tenía un solo propósito y para eso no existía otra mejor. Lo que estoy tratando de decir es que siempre hay que usar la herramienta correcta para el trabajo correcto"
Por el recordado Carlitos Molinari (socio del Centro Mágico Platense y editor de una publicación interna llamada “Entre Nosotros”) supe que en un artículo publicado en el limitado “Los Espejos de un tal Bernat” de, justamente, Joan Bernat se cuestionaba el barroquismo en la cartomagia y se formulaba la siguiente pregunta: “¿Cuándo creen ustedes que se orientará la Cartomagia hacia un saludable Neoclasicismo?”.
Vale la pena pensar en ello, ¿no les parece?.
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