(Por Ricardo Rodríguez)
Tres hombres en una barca.
Me propongo hablar, en primer lugar, sobre Tres hombres en una barca. Una historia escrita por Jerome K. Jerome, uno de los máximos exponentes del humor inglés en literatura. Muchos escritores, humoristas y monologuistas de comedia actuales se han visto influidos por su fino, inteligente y agudo humor inglés, probablemente sin saberlo.
Tres hombres en una barca narra la genial historia de tres jóvenes amigos que deciden realizar un viaje en barca por el Támesis con la compañía del perro de uno de ellos.
La traducción al castellano del libro apareció en colecciones juveniles y durante muchos años el título estuvo fuera de catálogo. Rozaba la treintena cuando lo leí por primera vez. Lo encontré en una librería de segunda mano, editado por la desaparecida editorial Bruguera.
Me gusta el libro por su humor fino, inteligente y penetrante. Porque de su lectura no se desprende eso que tanto me disgusta en el humor. Detesto cuando el artista, de alguna manera, nos transmite: admiradme por lo ingenioso que soy, yo soy el que está detrás de todo, no te olvides de que el mérito es mío. Todo lo contrario sucede en este libro.
Creo que es una gran lección aplicable al arte en general y al arte de la magia en particular. En mucha de la magia que veo sucede algo similar, hay demasiada presencia del mago, es como si suplicase: admirad mi habilidad, mi técnica, mi ingenio, yo soy el artífice de todo esto. Entiendo que eso es algo se interpone entre mago y espectador.
Me gusta el libro por su tono coloquial y a la vez, íntimo.
Me gusta el libro porque trata temas que me inquietan, es una apología de la pereza y la ociosidad.
Pero todo esto no explica por qué Tres hombres en una barca me impresiona tanto.
Trataré de desentrañar razones un poco más sutiles.
Tengo la impresión de que en mi primera lectura del citado libro me encontré, súbitamente, como diría Borges, con mi otro yo. Pero no con el otro yo que fui hace quince años, sino con el otro yo que había imaginado ser a esa edad. El libro me transportó a un mundo afín a mí en tiempos pasados, a peripecias de una adolescencia imaginada pero no vivida.
El paso del tiempo va borrando la frontera que separa lo imaginado de lo vivido. Sospecho, que los juegos imaginarios de mi infancia me han influido de manera más determinante que lo que realmente viví en ella. Jerome me pone en contacto con esos juegos de infancia y adolescencia.
Sin duda, en todo esto puede intervenir un importante factor de azar y de nostalgia. Lo que es una voz íntima para mí, quizás no lo sea para otros, pero creo detectar en el libro un tipo de sensibilidad poco usual que me resulta muy cercana.
Magia Potagia.
Muchos recordaréis el programa Magia Potagia emitido por televisión española a finales de los 80 y dirigido por Juan Tamariz.
Vi muchos de aquellos programas cuando todavía era un niño y, muchos años después, siendo ya aficionado a la magia, volví a ver las grabaciones en VHS. Aunque no hubiese podido recordar ninguno de los juegos de magia, reviví los juegos imaginarios que esos programas provocaron en el niño que fui en aquella época. Los juegos imaginarios de alguien que no me es ajeno pero que, sin duda, no es la persona que soy ahora. ¿Nostalgia de lo imaginado? Quizás. Pero lo cierto es que otros programas de televisión de aquella época que he revisto en la actualidad no me provocan esa sensación.
Hubo un tiempo en que me daba vergüenza hacer este tipo de confesiones, por miedo a que algunos doctores en materia de sensibilidad, consideraran que Tres hombres en una barca era una obra menor o que la pasión por un programa o una serie de televisión fuese un signo de frikismo. Hoy, me la suda. Doy gracias a mi amigo Rue y a la providencia, si es que esa cosa es algo, por haber puesto en mis manos el libro de Jerome y las cintas de VHS de Magia Potagia. También por los episodios del Equipo A que grababa en cintas de audio cuando en mi casa todavía no había reproductor de VHS. No quiero perder la sensación de aquellos desvaríos infantiles de la imaginación. Me encanta ese niño, fuese quien fuese, sin él sería alguien distinto a quien soy hoy. En ocasiones, necesito embriagarme de él para que la realidad no me aniquile.
Quizás la lectura de Tres hombres en una barca y el re-visionado de los programas de televisión de Magia Potagia hayan sido determinantes también, a la hora de germinar en mí, la semilla de mi propio credo estético, si es que alguno tengo. El convencimiento profundo de que, como magistralmente dice Machado:
-¿Mas el arte?...
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
veréis el ascua encendida.
Que piola! escribiendo bien todos parecemos inteligentes!
ResponderEliminarGracias Roberto por compartirnos esto, un lujo poder leer a este muchachito.